lunes, 12 de septiembre de 2016

Película 170/250: El Botón de Nácar

170/250: El Botón de Nácar

Por esas cosas de la vida no había podido ver El Botón de Nácar, aunque había tenido hartas ganas. No alcancé a ir a verla al cine (tampoco la pusieron en tantas salas y cuando por fin tuve tiempo de ir, estaba en unos horarios del terror) y después, cuando la sacaron, como que pasó la vieja. 

Por eso, cuando caché que la iban a dar en la TV abierta, fue una muy grata sorpresa. Es cierto que la dieron a una hora bien como las huifas (sobre todo considerando que no es un documental para gente impaciente o tatitas que suelen tener sueño temprano), y cierto es también que poner una tanda publicitaria al medio corta todo el hilo narrativo de la peor manera. Pero la dieron. Al menos la dieron y pude verla.

Lo primero que tengo que decir de El botón de Nácar es que es visualmente bellísima. Un trabajo de fotografía tremendo y sobrecogedor. Pero fuera de esta parte estética, también es bella en la nostalgia que acarrea. En su cadencia. En el dolor de la narración.

De una manera que no se da de manera instantánea (de hecho al comienzo cuesta un poco agarrar el hilo) Patricio Guzmán, que también hace de narrador, crea una historia de tristeza y muerte con el mar como factor común, entre los pueblos originarios australes y los muertos de la dictadura chilena. Y como punto de encuentro, entre los acontecimientos, sitúa a un botón de nácar. Como el gatillador del genocidio de nuestros pueblos australes por el colonizador y como el reflejo de los desaparecidos y asesinados en Chile.

Como dije, no es un documental para impacientes. No tiene el vértigo de "La Batalla de Chile", pero es una notable segunda parte (por decirlo así) de "Nostalgia de la Luz"

Y en el fondo, lo más triste. Lo más desgarrador es que ciertamente parece que no tenemos (que Chile no tiene) la capacidad de aprender de los errores. La impunidad siempre nos ha perseguido como un fantasma.

1 comentario:

  1. Qué bacán que la dieron en la tele, todo un acontecimiento en la nuestro Chilito, aunque la hayan dado a la hora de las huifas como dices tú. Quiero aprovechar de compartirte (a ti y tus queridos lectores) la experiencia que tuvimos por acá con la misma película, sobre todo porque la vino a presentar el mismísimo Patricio Guzmán. En realidad la vi dos veces, porque la dieron en Glasgow, en el festival de cine (en una sala chiquititita, con una pantalla ídem) y unas semanas después la presentaron en Edimburgo, en la sala principal del cine (pantalla grande, buen sonido, etc). Quedé conmovida a más no poder con la película, las dos veces. Y la segunda como que logré captar más detalles y verla de otro modo. Pero más allá de esos asuntos me pasó que verla rodeada de un público mayoritariamente gringo, inevitablemente una piensa con qué se quedan los gringos sobre nuestra historia que también es su historia (por no decir su culpa jeje). Bueno, al punto: la cosa es que Patricio Guzmán es un mega-lúcido, tatita upeliento y de buen hablar. Después de la película hubo un foro, así que ahí respondió preguntas y dijo cosas muy lúcidas y sabrosas. Lo que más me quedó resonando en el oído fue cuando le preguntaron,que si la película fue estrenada en Francia y la han visto chorrocientas personas ahí, cuántas personas más o menos la han visto en Chile. (Esto fue en febrero). Guzmán dijo algo así como "bueno, a ver cómo se lo explico, los cines son en su mayoría de consorcios estadounidenses y no ponen mis películas, la tele menos" (quién iba a imaginar que sí la iban a dar!) así que decidió empezar a llevarlas a colegios (liceos dijo él como buen upeliento) y universidades para asegurarse de que la juventud las vea. Me llamó mucho la atención que un prócer como él, muy aplaudido en ciertos lugares del mundo, haga lo que cualquier artista autogestionado hace en Chilito: mostrar en colegios, en salas chicas, con estudiantes, etc, porque esas son las alternativas.

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