sábado, 4 de abril de 2009

El zumbido


Todos los que estudiamos alguna carrera relacionada con la biología, y para ser francos todos en general, sabemos que todos los animales tienen un rol que cumplir en la naturaleza. El más conocido de todos es la cadena trófica, es decir, servir de alimento a otro, o crear algo que sirve de alimento a otro de modo que las cosas se mantengan en equilibrio.

Sin embargo, y a pesar de la lógica de este pensamiento, hay momentos en que uno no puede evitar preguntarse (casi siempre con bastante rabia y frustración) ¿Por qué EXISTE ESTE ANIMAL?

Como la única experiencia de la que puedo hablar con toda propiedad es la mía, paso a relatar uno de mis momentos de rabia zoológica contenida.

El otro día me costó quedarme dormida por culpa del calor. No vamos a decir que estuve insomne, pero me costó su rato. Como suele suceder, al día siguiente me tenía que levantar más temprano de lo usual, de modo que idealmente debería haberme dormido más temprano como para equiparar horas. No fue el caso y no me gustaba la idea de mi sueño perdido.

Finalmente me dormí, pero solo por unas horas, y no de corrido como tengo por costumbre. ¿Por qué? Porque una zancuda (siempre son las hembras) no encontró mejor noche para danzarme en la oreja.

Como todos sabemos hay pocas cosas más odiosas que te pique un zancudo (mosquito en castellano internacional), especialmente cuando elije un lugar poco agraciado como un párpado, de modo que al día siguiente parecemos boxeadores post K.O. Pero creo que es más molesto aún que dicho zancudo (Ok zancuda) te avise que te va a picar en forma incesante.

¿Es necesario tanto protocolo? ¿Realmente necesita zumbar por largos minutos, y a veces horas, cerca de mi oreja antes de elegir el lugar donde atacar? (que por cierto generalmente es un lugar tan distante a la cara como la planta del pie)

Traté de luchar contra ello, pero al final y preguntándome repetidas veces porque tienen que existir los zancudos, encendí la luz y busqué mucho rato por paredes y techo alguna señal de mi enemigo al acecho. En 15 minutos no lo encontré y como recordé que esta interrupción no haría que yo pudiera levantarme más tarde, regresé a dormir. No sin antes, claro, embetunarme con mentolatum (ya saben esas cremas mentoladas) que dicen por ahí ahuyenta las zancudos.

Aquella vez no me costó tanto dormirme. La zancuda no volvió a zumbar.

Igual desperté con mi dedo índice con una picadura.

No era necesario tanto boche, como se pueden dar cuenta. El final ya estaba escrito.

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