miércoles, 6 de abril de 2011

Cinco de las cosas más tontas que hice.

Una vez leí un ensayo sobre la Estupidez. De acuerdo al autor, el estúpido era la peor persona del mundo (peor aún que una persona “mala”, por ejemplo) porque sus propias acciones le ocasionan daño. Así, hacía una comparación entre el “bueno” cuyas acciones hacen bien a si mismo y al prójimo, el “malo” quien si bien hace daño a otros saca beneficios personales de ello, y el estúpido quien se infringe daño y de pasada, generalmente, se lo hace al resto.

Para ser bien franca me pareció lógico lo que dijo el hombre (de quien de pasada no recuerdo el nombre) y me puse a pensar en las miles de tonteras que he hecho, y que en realidad hago todos los días. Vamos a pasar a decirles tonteras para que suene menos crudo, no es que sean menos estúpidas ¿ok?

Dado que en general somos muy buenos para reírnos de las leseras que hacen otros (y de sus consecuencias) decidí innovar y exponer tonteras de mi autoría. Como ya mencioné que prácticamente no pasa día en que no haga una tontería (yo diría que todos en realidad pero me otorgaré el beneficio de la duda) sería agotador para todos que las expusiera sin filtro, por lo tanto, me limitaré a poner sólo cinco, que además ejemplifican lo propuesto por el ensayista, a estas alturas N.N.

1.- Desde que aparecieron los microondas en la faz de la tierra que se nos explicó que no se podían meter cosas metálicas dentro de ellos. Daba lo mismo la explicación y el resultado de dicha acción, el adoctrinamiento es y será “NO METER COSAS METALICAS AL MICROONDAS” y para facilitarnos la vida comenzaron a salir línea tras línea de productos a utilizar para poder calentar la comida (que no se calientan, quiebran etc). Mientras tanto, se crearon mitos con respecto a que pasaba si llegabas a utilizar cosas metálicas que iban desde una explosión hasta ser abducido por los ET. Pero siempre ha dado igual porque la orden se cumple a cabalidad. No se pueden usar cosas metálicas en el microondas. Hasta que yo lo hice, claro.

No es que metiera una olla, por ejemplo, fue un plato que tenía dibujos metálicos. Ahora, si no me hubiera dado cuenta, la cosa podría haber pasado por accidente, pero lo cierto es que si me di cuenta que era pintura metálica, medité en si debía seguir con la acción de calentarlo en el aparato ese, y llegué a la conclusión (errada) que no pasaría nada. Porque si pasó. Sacó chispas (igual como si metieras una de esas estrellitas de navidad encendida) y salió olor a quemado. Ah y el microondas murió por unos minutos en que me imaginé, con pánico, todas las explicaciones que iba a tener que dar.

2.- Esta fue cuando era bien chica. Pongámosle 10 años. Viendo el correcaminos, vi que el Coyote extendía un camino de pólvora y con un fósforo lo encendía logrando que la chispita avanzara, como si fuera caminando, por el camino hasta que llegaba a la dinamita marca ACME. Sabe Dios donde saqué que el alcohol y la acetona también prendían. Extrapolé datos mentalmente, y en el lavamanos del baño hice un camino de acetona (o lo que para mi era un camino, porque en realidad era como un pozo) y le lancé un fósforo encendido… que pasó a encender todo el lavamanos y me quemó unas cuantas puntas de pelo pero que para ser franca pudo terminar en tragedia. En mi favor puedo decir que pensé en una posible emergencia y por eso tenía unos vasos llenos de agua para apagar mi experimento en caso de ser necesario (que lo fue) así que la cosa no pasó a mayores y lo que es más importante, logré que mi mamá no se enterara de nada. Al rato no más la escuché preguntarse en voz alta porque había tanto olor a quemado, pero en silencio morí con las botas puestas.

3.- Mi hermano menor tiene 5 años menos que yo, y somos bien buenos hermanos. Una vez queríamos hacer un arco para tirar flechas (flechas que consistían en varillas que habíamos recogido del jardín) y se me ocurrió (la mayoría de estas ideas nace de mi) tomar un palo de bamboo que mi mamá tenía y hacerle unos agujeros y pasarles un hilo y arquearlo para que fuera un arco (valga la redundancia). Cualquier persona a estas alturas del relato se habrá dado cuenta que la construcción de nuestra arma de guerra estaba condenada al fracaso, porque el bamboo es rígido, el hilo (o lana que nos proponíamos utilizar) no es elástico y no hay una manera razonable de hacerle agujeros chicos a un bamboo. Pero según yo con un cuchillo bien puntiagudo se podía. Y traté y me enterré el cuchillo en el índice de la mano izquierda. Y me salió mucha sangre (por no mencionar todo lo que me dolió). Hoy tengo la cicatriz que me recuerda que a veces hay que escuchar la voz majadera y mala onda que te dice “No andes haciendo leseras”

4.- Para esta era más chica aún. 8 años digamos. Y al menos por esta vez aclaro que la culpa no fue solo mía. Es más, prácticamente no fue mía.

El juego consistía en que mi papá ponía un chal en el piso y nosotros (mis hermanos y yo, por turnos) nos acostábamos en el chal y el agarraba un lado, mi mamá el otro y nos hacían bate bate (así como una hamaca) y terminaban lanzándonos sobre la cama de ellos (porque era grande y para evitar que saliéramos disparados al suelo) Era de lo mejor de lo mejor que nos pasaba te diré. Muy entretenido. La cosa es que en una oportunidad al papá se le ocurrió que hiciéramos lo mismo, pero que el sujeto a balancear no fuera ninguno de los niños, sino la mamá (pobre y abnegada) quien accedió (les dije que no era solo culpa mía) Entonces con ella acostada en el chal, papá tomó un lado y entre los tres hermanos (entiéndase 3 pares de manitos, un par perteneciente a niño de 3 años o por ahí) tomamos otro. Y nos la pudimos y comenzamos el bate bate. Al segundo bate eso si no aguantamos más (los niños) y se nos soltó el chal y la pobre mamá terminó de regreso en el suelo, golpe de por medio. Lo único rescatable de la situación es que a todos nos dio risa... después de ese momento siempre tenso en que le quieres echar la culpa a alguien distinto a ti.

5.- Cuando aún se podían utilizar chimeneas, una vez saltó una brasa pasando incluso por sobre esa rejilla que se pone para que (duh) las brasas no salten. Usualmente cuando la gente ve salir algo (cualquier cosa) desde el fuego no intenta tocarlo porque es de una obviedad cósmica que está caliente y te quemarás. Más aún cuando está de color naranjo. Ese fue el proceso de razonamiento que me faltó a mí, que fui y tomé la brasa entre el índice y el pulgar de la mano derecha… el único motivo porque la quemadura no fue de esas mayores es porque 1.- solté la brasa de inmediato 2.- porque me metieron la mano en agua fría incluso antes de que alcanzara a gritar.

Desde este momento está autorizado a festinar de estos sucesos y hacer mofa de ellos si así lo estima. Si además me conoce (todo un placer, creo yo) puede agregar experiencias en las que he sido protagonista que puedan ser comparables a las antes descritas.

Chao.

2 comentarios:

  1. uh! si de tonteras se trata son muchas, pero una que se me viene a la mente, me psó por ingenua, si la culpa no fue sólo mia (obvio). Tenia 10 años cuando entre a un colegio católico y yo erá proveniente de una familia de otra religión (que prefiero no nonbrar) y mis hermanos mayores me dijieron que cuando me tocara ir a misa habia que picarse los ojos "haciendo referencia al acto de hacer la cruz" , yo con mi tontera de cabra chica de 10 años crei todo lo que mis hermanos dijieron y creen que hice? simple, en la primera misa que fui por obligación me piqué los ojos lo cual aparte de ser doloroso resulto en algo muy cómico para las personas que me rodeaban y lka misa se transformo en una risotada a causa mia
    LVO

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