domingo, 23 de marzo de 2014

La pésima idea de ir al cine.

Mi plan para el jueves en la tarde era ir al cine a ver The Muppets: Most Wanted (o Los más buscados, en castellano).

Cualquiera que conozca de mi algo más que mi nombre, sabrá que tengo una debilidad poco natural por los Muppets. Me han gustado siempre, toda la vida, y Kermit the Frog es mi modelo de vida a seguir (junto con Willy Wonka y The Wicked Witch of West), por lo tanto mi emoción por el estreno de la película ha superado los límites razonables, sobre todo considerando que la primera película me encantó (estemos de acuerdo que con la primera me refiero a los Muppets de un par de años atrás y no a todas las innumerables películas muppetianas de los últimos 30 años)

El asunto es que entré a la página del cine para comprar las entradas vía electrónica, y me di cuenta que el cine al que voy siempre tenía la película solamente en su versión doblada, es decir, solo con voces que no son las originales y que, en mi experiencia, su principal y muy curioso mérito es el de quitarle a la película una parte importante del encanto. No solo a esta película en particular sino a cualquiera (lo cual no implica que no entienda por qué se doblan las películas, especialmente las que aparentemente están destinadas al público infantil)

Probé suerte en otro cine, en todas las cadenas de cine para ser franca, y NINGUNA tiene la película en idioma original. Ninguna. Cero. En otras palabras, los genios encargados de las películas (y aquí no se si mi duda debe ir dirigida a los distribuidores, a las cadenas de cine o a ambos por ser igualmente estúpidos) consideraron que la película debe ser vista solo doblada al español sin considerar que una película como los Muppets, si bien tiene un público infantil que puede estar interesado, los que en realidad tenemos ganas de verla somos un grupete de nerds nostálgicos los cuales (en teoría) aprendimos a leer hace bastante tiempo como para que leer subtítulos signifique un sacrificio. Más aún, lo que en realidad queremos son las voces originales porque simplemente hay bromas (y en el caso de los Muppets son muchas) que traducidas al español pierden prácticamente toda la gracia, o ya puestos, simplemente no tienen traducción posible que permita hacerla graciosa (en cuyo caso nos saltamos los subtítulos). Lo mismo ocurrió con la película Lego, la cual tiene uno de los elencos de voces más geniales que he visto, pero que obviamente no pude disfrutar (en el cine) porque también la trajeron solo doblada al español.

Por lo tanto me indigné y decidí que en esta ocasión, sin importar las muchas ganas que tenía de ver la película en el cine, la veré por “medios alternativos” en la comodidad de mi casa y de la manera que yo quiera hacerlo, es decir, en inglés con subtítulos. Y solo para que quede claro, la crítica (junto con mi justa indignación) no va dirigida a que el cine intente ganar la mayor cantidad de dinero posible dando funciones en castellano para tentar a los niños sino al hecho de que ese afán les hace olvidar a todo el resto de público. No necesitamos 15 funciones en inglés subtitulado al día, con una basta. Con dos hasta hablaríamos bien de ustedes.

Y después se quejan de la piratería. Por lo pronto no se quejan de que la gente no va al cine porque aún mucha gente lo hace, pero lo cierto es que nosotros, los de siempre, los que estamos dispuestos a pagar por tener la experiencia de cine a pesar de tener otras opciones, estamos cada vez más cerca de simplemente dejar de ir. No para siempre claro, porque hay películas que sabemos están diseñadas para ser vistas en el cine, pero si para todas las otras ocasiones en que habríamos estado dispuestos a ir.

Y no es solo por el tema del idioma. El otro día, mientras masticaba mi rabia, se me ocurrieron muchas más razones, algunas de responsabilidad del cine, otras de la gente que va al cine pero en realidad no sabe hacerlo.

Veamos al menos 3 de ellas, solo por un interés intelectual deportivo, obviamente.

1.- La primera, y sin duda más indignante de todas (aparte de la que provocó esta retahíla de quejas) y de la que ya alguna vez creo hice una entrada, es la tardanza con que llegan algunas películas (la mayoría para ser francos. Si vamos a hablar mal hagámoslo con todo). Si bien los grandes estrenos demoran poco, pongámosle a lo más un mes, las otras películas, la mayoría, las mejores muchas veces, pueden demorar sin asco 6 u 8 meses en aparecerse en los cines. Tiempo durante el cual TODOS los sitios de descarga o de películas online de la estratósfera ya subieron las películas en cuestión.

Para hacer la situación aún peor (porque todos sabemos que todo puede ser peor) hay películas que no llegan nunca. Ni de cerca. Por diversos motivos. A modo de ejemplo (uno para tirarse de los pelos) Nebraska, una película maravillosa, con actuaciones de otro planeta que además estuvo nominada a varios Oscar, no llegó ni va a llegar nunca jamás a los cines chilenos, porque alguien en esa masa sin rostro que toma decisiones creyó que una película en blanco y negro no iba a atraer al público. En otras palabras, todos los que esperaban poder verla, no podrán porque el cine (o el distribuidor o quien sea) se arroja la responsabilidad de calificar la capacidad del público para disfrutar una película en blanco y negro. Además siendo francos la razón es estúpida desde el momento en que aunque hubiera sido a color de todas maneras habría ido a verla poca gente porque simplemente la película no es (ni pretendió ser nunca) un “hitazo”. Pero eso no los ha detenido con otras películas a las que al menos les han dado una semana en cartelera.

2.- ¿Alguien más se ha dado cuenta que muchas veces la imagen del cine es pésima? O la cinta (o lo que sea que usan) está rayada, o lo encuadran mal (no cabe en la pantalla o bien le sobra mucha) o de alguna manera se las arreglan para que se vea mal. Una vez (con Anna Karenina) estaba tan mal encuadrada la imagen que tuvieron que ponerla otra vez… dos veces hasta que por fin el tipo le apuntó. Como si fuera poco, dado el boom del cine 3D y 4D, los cines se han preocupado de mejorar esa experiencia en detrimento del cine “normal” porque obviamente pueden cobrar más por el otro. La misma pillería de la televisión por cable, que empieza a tratar de cobrarte un extra por cada cosa con alta audiencia que quieras ver (desde partidos, hasta series)

3.- Yo sé que a veces hay poco tiempo entre funciones, pero nunca es tan poco. De hecho, muchas veces si llegas 20 minutos antes a la sala, no puedes entrar porque la están “limpiando”. ¿Entonces por qué a veces está tan horriblemente inmunda? Puedo aceptar que se quede algún papel, hasta una botella de agua mineral por error, pero hay veces (y si a alguien más le ha pasado es el momento de compartir su experiencia) en que el suelo del cine está pegajoso. Tanto que si estás parado un rato largo o sentado con los pies apoyados en el suelo (que es como la mayoría de la gente se sienta, dicho sea de paso) ¡¡se te pegan los zapatos!! y hay que hacer un esfuerzo considerable para poder levantarlos. Una vez de hecho se me quedó pegada una sandalia.

Finalmente hay una razón que no tiene que ver con el cine (aunque el cine podría ayudar a controlarla, si quisiera) pero ya que estoy en estas supongo que es un buen momento para decirlo.

¿Qué onda el público? ¿En qué momento una mayoría importante de la gente que va al cine se volvió incapaz de quedarse callada y de comer con la boca cerrada sin hacer ruido? ¿Es un nuevo síndrome neurológico? ¿o psiquiátrico? En serio. Entiendo que hay películas que se prestan para estar más relajados y reírse y comentar y obvio para comer pop corn, pero incluso esas ameritan un mínimo de buena educación y de consideración con el resto que no está interesado en escuchar la conversación y meeeenos escuchar como mastican o revuelven el pop corn en su balde. ¿En serio es tan difícil guardar silencio por dos horas? Y ya no digamos la pésima costumbre de mirar el celular a cada rato. Y no es que esté en mi interés que tengan que dejar de lado su sin duda activísima vida social evitando que revisen facebook, whatsapp o twitter, pero oigan, MOLESTA CALETA LA LUZ DE LA PANTALLA DEL CELULAR. No a los que están mirando el celular, claro, pero si a todos los que están alrededor e incluso al que está (estamos) sentado 8 filas más arriba.

Si es tan, pero tan, pero tan necesario que revisen el celular y se enteren del último descubrimiento de física cuántica, entonces al menos podrían tener la amabilidad de tapar un poco la pantalla para que la luminosidad no sea tan molesta.

Entonces, dada mi avanzada edad y mi natural predisposición a rabear con cosas que me parecen absolutamente lógicas produzcan indignación, últimamente he optado por ir al cine en horario de rancia ancianitud (tipo 10 de la mañana) con tal de ir a una función en la que tenga que compartir la sala con la menor cantidad de gente posible. Después de todo, el que va al cine a esas horas de la madrugada es porque de verdad quiere ver la película y no sólo porque no encontró nada más que hacer (que acá entre nos, tampoco es una excusa terrible para ir)

Y da buenos resultados, en lo que a este último punto se refiere (el resto, la película mal puesta o el cine sucio se repite igual)

Uf. Que bueno que me saqué la rabieta de encima.


Ta dá!

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