Mi plan para el jueves en
la tarde era ir al cine a ver The Muppets: Most Wanted (o Los más
buscados, en castellano).
Cualquiera que conozca de
mi algo más que mi nombre, sabrá que tengo una debilidad poco
natural por los Muppets. Me han gustado siempre, toda la vida, y
Kermit the Frog es mi modelo de vida a seguir (junto con Willy
Wonka y The Wicked Witch of West), por lo tanto mi emoción por
el estreno de la película ha superado los límites razonables, sobre
todo considerando que la primera película me encantó (estemos de
acuerdo que con la primera me refiero a los Muppets de un par de años
atrás y no a todas las innumerables películas muppetianas de los
últimos 30 años)
El asunto es que entré a
la página del cine para comprar las entradas vía electrónica, y me
di cuenta que el cine al que voy siempre tenía la película
solamente en su versión doblada, es decir, solo con voces que no son
las originales y que, en mi experiencia, su principal y muy curioso
mérito es el de quitarle a la película una parte importante del
encanto. No solo a esta película en particular sino a cualquiera (lo
cual no implica que no entienda por qué se doblan las películas,
especialmente las que aparentemente están destinadas al público
infantil)
Probé suerte en otro
cine, en todas las cadenas de cine para ser franca, y NINGUNA tiene
la película en idioma original. Ninguna. Cero. En otras palabras,
los genios encargados de las películas (y aquí no se si mi duda
debe ir dirigida a los distribuidores, a las cadenas de cine o a
ambos por ser igualmente estúpidos) consideraron que la película
debe ser vista solo doblada al español sin considerar que una
película como los Muppets, si bien tiene un público infantil que
puede estar interesado, los que en realidad tenemos ganas de verla
somos un grupete de nerds nostálgicos los cuales (en teoría)
aprendimos a leer hace bastante tiempo como para que leer subtítulos
signifique un sacrificio. Más aún, lo que en realidad queremos son
las voces originales porque simplemente hay bromas (y en el caso
de los Muppets son muchas) que traducidas al español pierden
prácticamente toda la gracia, o ya puestos, simplemente no tienen
traducción posible que permita hacerla graciosa (en cuyo caso nos
saltamos los subtítulos). Lo mismo ocurrió con la película
Lego, la cual tiene uno de los elencos de voces más geniales que he
visto, pero que obviamente no pude disfrutar (en el cine)
porque también la trajeron solo doblada al español.
Por lo tanto me indigné
y decidí que en esta ocasión, sin importar las muchas ganas que
tenía de ver la película en el cine, la veré por “medios
alternativos” en la comodidad de mi casa y de la manera que yo
quiera hacerlo, es decir, en inglés con subtítulos. Y solo para que
quede claro, la crítica (junto con mi justa indignación) no
va dirigida a que el cine intente ganar la mayor cantidad de dinero
posible dando funciones en castellano para tentar a los niños sino
al hecho de que ese afán les hace olvidar a todo el resto de
público. No necesitamos 15 funciones en inglés subtitulado al día,
con una basta. Con dos hasta hablaríamos bien de ustedes.
Y después se quejan de
la piratería. Por lo pronto no se quejan de que la gente no va al
cine porque aún mucha gente lo hace, pero lo cierto es que nosotros,
los de siempre, los que estamos dispuestos a pagar por tener la
experiencia de cine a pesar de tener otras opciones, estamos cada vez
más cerca de simplemente dejar de ir. No para siempre claro, porque
hay películas que sabemos están diseñadas para ser vistas en el
cine, pero si para todas las otras ocasiones en que habríamos estado
dispuestos a ir.
Y no es solo por el tema
del idioma. El otro día, mientras masticaba mi rabia, se me
ocurrieron muchas más razones, algunas de responsabilidad del cine,
otras de la gente que va al cine pero en realidad no sabe hacerlo.
Veamos al menos 3 de
ellas, solo por un interés intelectual deportivo, obviamente.
1.- La primera, y sin
duda más indignante de todas (aparte de la que provocó esta
retahíla de quejas) y de la que ya alguna vez creo hice una
entrada, es la tardanza con que llegan algunas películas (la
mayoría para ser francos. Si vamos a hablar mal hagámoslo con
todo). Si bien los grandes estrenos demoran poco, pongámosle a
lo más un mes, las otras películas, la mayoría, las mejores muchas
veces, pueden demorar sin asco 6 u 8 meses en aparecerse en los
cines. Tiempo durante el cual TODOS los sitios de descarga o de
películas online de la estratósfera ya subieron las películas en
cuestión.
Para hacer la situación
aún peor (porque todos sabemos que todo puede ser peor) hay
películas que no llegan nunca. Ni de cerca. Por diversos motivos. A
modo de ejemplo (uno para tirarse de los pelos) Nebraska, una
película maravillosa, con actuaciones de otro planeta que además
estuvo nominada a varios Oscar, no llegó ni va a llegar nunca jamás
a los cines chilenos, porque alguien en esa masa sin rostro que toma
decisiones creyó que una película en blanco y negro no iba a atraer
al público. En otras palabras, todos los que esperaban poder verla,
no podrán porque el cine (o el distribuidor o quien sea) se
arroja la responsabilidad de calificar la capacidad del público para
disfrutar una película en blanco y negro. Además siendo francos la
razón es estúpida desde el momento en que aunque hubiera sido a
color de todas maneras habría ido a verla poca gente porque
simplemente la película no es (ni pretendió ser nunca) un
“hitazo”. Pero eso no los ha detenido con otras películas a las
que al menos les han dado una semana en cartelera.
2.- ¿Alguien más se ha
dado cuenta que muchas veces la imagen del cine es pésima? O la
cinta (o lo que sea que usan) está rayada, o lo encuadran mal
(no cabe en la pantalla o bien le sobra mucha) o de alguna
manera se las arreglan para que se vea mal. Una vez (con Anna
Karenina) estaba tan mal encuadrada la imagen que tuvieron que
ponerla otra vez… dos veces hasta que por fin el tipo le apuntó.
Como si fuera poco, dado el boom del cine 3D y 4D, los cines se han
preocupado de mejorar esa experiencia en detrimento del cine “normal”
porque obviamente pueden cobrar más por el otro. La misma pillería
de la televisión por cable, que empieza a tratar de cobrarte un
extra por cada cosa con alta audiencia que quieras ver (desde
partidos, hasta series)
3.- Yo sé que a veces
hay poco tiempo entre funciones, pero nunca es tan poco. De hecho,
muchas veces si llegas 20 minutos antes a la sala, no puedes entrar
porque la están “limpiando”. ¿Entonces por qué a veces está
tan horriblemente inmunda? Puedo aceptar que se quede algún papel,
hasta una botella de agua mineral por error, pero hay veces (y si
a alguien más le ha pasado es el momento de compartir su
experiencia) en que el suelo del cine está pegajoso. Tanto que
si estás parado un rato largo o sentado con los pies apoyados en el
suelo (que es como la mayoría de la gente se sienta, dicho sea de
paso) ¡¡se te pegan los zapatos!! y hay que hacer un esfuerzo
considerable para poder levantarlos. Una vez de hecho se me quedó
pegada una sandalia.
Finalmente hay una razón
que no tiene que ver con el cine (aunque el cine podría ayudar a
controlarla, si quisiera) pero ya que estoy en estas supongo que
es un buen momento para decirlo.
¿Qué onda el público?
¿En qué momento una mayoría importante de la gente que va al cine
se volvió incapaz de quedarse callada y de comer con la boca cerrada
sin hacer ruido? ¿Es un nuevo síndrome neurológico? ¿o
psiquiátrico? En serio. Entiendo que hay películas que se prestan
para estar más relajados y reírse y comentar y obvio para comer pop
corn, pero incluso esas ameritan un mínimo de buena educación y de
consideración con el resto que no está interesado en escuchar la
conversación y meeeenos escuchar como mastican o revuelven el pop
corn en su balde. ¿En serio es tan difícil guardar silencio por dos
horas? Y ya no digamos la pésima costumbre de mirar el celular a
cada rato. Y no es que esté en mi interés que tengan que dejar de
lado su sin duda activísima vida social evitando que revisen
facebook, whatsapp o twitter, pero oigan, MOLESTA CALETA LA LUZ DE LA
PANTALLA DEL CELULAR. No a los que están mirando el celular, claro,
pero si a todos los que están alrededor e incluso al que está
(estamos) sentado 8 filas más arriba.
Si es tan, pero tan, pero
tan necesario que revisen el celular y se enteren del último
descubrimiento de física cuántica, entonces al menos podrían tener
la amabilidad de tapar un poco la pantalla para que la luminosidad no
sea tan molesta.
Entonces, dada mi
avanzada edad y mi natural predisposición a rabear con cosas que me
parecen absolutamente lógicas produzcan indignación, últimamente
he optado por ir al cine en horario de rancia ancianitud (tipo 10
de la mañana) con tal de ir a una función en la que tenga que
compartir la sala con la menor cantidad de gente posible. Después de
todo, el que va al cine a esas horas de la madrugada es porque de
verdad quiere ver la película y no sólo porque no encontró nada
más que hacer (que acá entre nos, tampoco es una excusa terrible
para ir)
Y
da buenos resultados, en lo que a este último punto se refiere (el
resto, la película mal puesta o el cine sucio se repite igual)
Uf. Que bueno que me saqué
la rabieta de encima.
Ta dá!
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