Si eres, como yo, de los que gusta leer distintos artículos de cualquier tema en prensa, blogs, y sitios variados, tal vez compartas conmigo que en la búsqueda de algún artículo interesante, y sin recomendación de por medio, el título es el que hace el mayor trabajo publicitario. O sea, título bueno, al menos se gana el derecho a que leas la mitad del artículo. Si es fome siempre puedes dejarlo botado.
Hoy me encontré con un artículo cuyo título era “¿Cómo somos los chilenos?”. En realidad era más largo que eso y algo distinto, pero la idea era esa. El puro título sirvió para que de inmediato me predispusiera en contra del artículo que en un afán masoquista (lo reconozco) me puse a leer. Sin embargo, la culpa no fue del título, sino mía. Mía y de mi recalcitrante odio hacia las generalizaciones en especial cuando éstas involucran a personas y sus conductas.
Mi tema con las generalizaciones que involucran a una masa de personas no reconocible (es decir en donde no conoces personalmente a todos los que la conforman) es que sé, que al generalizar estás ofendiendo, o por lo bajo no considerando, a alguien. Esto que puede parecer una paradoja (una generalización en contra de otra) en realidad no lo es porque me constan excepciones para todas las generalizaciones de las que me puedo acordar.
Por poner un ejemplo emblemático “Los chilenos siempre llegan tarde y dejan todo para última hora” Mi mamá, ciudadana chilena y con antepasados chilenos hasta por lo menos 10 generaciones, es de las que si la invitas a las 21:00 a alguna parte, sale de la casa a las 20:00 aunque la invitación haya sido cursada por la vecina. Y no vamos a comentar eso de hacer los trámites lo más temprano posible, el primer día posible, para evitar “colas” (Filas mamá, filas). En resumen, no me vengan a mí con que los chilenos “siempre llegan tarde” cuando no han tenido que vivir de manera recurrente el llegar de primero SIEMPRE a todas las reuniones familiares y en la juventud a las fiestas escolares (porque ella me iba a dejar, obviamente).
En la misma línea, les puedo derribar ciertos mitos, aquí y ahora. “Las mujeres se demoran mucho en salir” Por cronómetro yo me demoro menos que mi hermano. Mi mamá (sorry que la ponga de ejemplo para todo, pobrecita) se demora menos que mi papá. En este caso eso si, vale decir que el asunto no va porque mi mamá se demore muy poco, sino que mi papá se da una cantidad supra normal de vueltas.
“Los argentinos son todos regios” NOT… créame. Independiente que hay algunos que cumplen con ello. Varios.
“Todos los hombres son iguales” “Todas las mujeres son iguales” A menos que vivan en el planeta de los clones, cae por su propio peso. Ojo la mayoría de las características cumple con ello. Simplemente elimine las físicas.
“Todos los políticos son unos mentirosos” Si. Sé que es difícil de creer, pero hay algunos que no lo son. No me ponga esa cara de incredulidad. Los hay. En serio.
En fin. Haga cualquier afirmación no biológica (aunque algunas de éstas también fallan) o que implique algún tipo de comportamiento y esfuércese con algo de empeño, y va a encontrar no uno ni dos, varios disidentes de dicha afirmación ya sea para bien o para mal.
Por lo tanto antes de decir TODOS… o LOS (en general) recomiendo utilizar el “Algunos” o en el peor de los casos “La Mayoría” o “Casi todos”.
A fin de cuentas, tal vez, hay una generalización que es cierta:
Todas las generalizaciones están erradas
Y no me consta.
Como siempre Notable tu blog, emperatriz.
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