
Hay bastante de verdad
cuando alguien dice que uno nunca deja de estudiar en la vida profesional,
sobretodo si dentro de tu ámbito de trabajo de una u otra forma terminas en la
docencia (o actividades derivadas de ella).
De la misma manera, es cierto que es muy, pero MUY distinto estudiar a modo de
complemento y actualización de tus temas, que estudiar para poder pasar con una
calificación aceptable una prueba/examen de tipo formal. No le estoy revelando
ningún misterio a nadie cuando les digo que para el estudiante promedio (dentro del cual yo estuve excepto en
aquellos ramos que me gustaban mucho) lo primero es la nota y después lo
que aprende. Para sacar conclusiones, dar vuelta las ideas y plantear
interrogantes, ya existirá la vida profesional, lo importante mientras se está
en la universidad es pasar la asignatura, sobretodo cuando esta no es de las
que más te agrada (El colegio es una
dimensión paralela que merecería al menos un post para sí solo, por lo tanto vamos
a saltarlo)
También sabemos que
existen tipos de evaluaciones y si bien hay carreras que lo requieren mucho más
que otras, uno de los puntos más estresantes para varios estudiantes es rendir
una presentación oral, es decir, hablar ante una audiencia, lo cual,
francamente, debería solucionarse en el colegio y no en la universidad si me
preguntan a mi. Y es un tema, porque si se es suficientemente vivo hay carreras
(como la mía) en que si te juntas con
la gente adecuada y mueves un par de hilos puedes pasar prácticamente toda la
vida universitaria sin necesidad de presentar un trabajo oral hasta el último
año e incluso hasta que te toca defender la tesis y/o el examen de grado. Y una
sola experiencia en este ámbito no te prepara para todas las veces que tendrás
que hablar en público después, siendo profesional, menos aún si le tienes
miedo.
El otro día vi una
presentación de un alumno tan mala, pero tan mala, que me pregunté en
reiteradas ocasiones y cada vez con más asombro, como había logrado pasar la
universidad. Cuando logré superarlo (apenas)
me puse a pensar en todas las cosas malas que le encontraba ya no desde el
punto de vista del contenido, sino que de la presentación en si, todo esto sin
ser ninguna experta en comunicación ni nada por el estilo. Con todo, logré
llegar a algunas conclusiones que pueden
servir a algún estudiante pajarito de Dios que ande pasando por aquí (o para divertir a cualquiera que camine bajo
el sol).
Veamos ¿les parece?
Primero: la introducción es
exactamente eso, pequeños, una introducción al tema como para que todos sepamos
de qué están hablando y nos ubiquemos en el tiempo espacio. Nada más. No una
disertación acabada, ni una exposición de física cuántica, ni un intento por
dejar al oyente en un estado de nirvana, es solamente la entrega de información
esencial para que todos podamos captar de manera más o menos razonable lo que
nos dirán más adelante. Punto.
Segundo: hijitos, cuando usen
aquel material audiovisual llamado Power Point (o material similar) DEBEN UTILIZAR COLORES CONTRASTANTES. No es una
opción, me temo. En castellano internacional esto se traduce en letras claras
con fondos oscuros, o letras oscuras con fondos claros, como más les agrade. Letras
blancas en fondos celestes o letras violetas en fondos negros simplemente son
tragedias oculares que lograrán que su audiencia esté incómoda tratando de leer
que diablos dice en las diapositivas, y en casos peores (pero no inusuales) harán que su oyente se predisponga contra
ustedes por hacer leseras que no soportan ninguna decisión lógica (en mi caso a medida que avanza la
presentación me pongo más imaginativa para preguntar cosas difíciles) Y ya
que estamos en este tema estético, unas cositas más que siempre deben
considerar: letras de tamaño leíble, no demasiadas cosas escritas porque francamente
agota leer tanto y es poco amigable de ver, y diapositivas ordenadas si me
hacen el favor.
Tercero: Lamentablemente para
cualquier persona que le toque hacer una presentación en la que me toque estar
de oyente, siempre me siento al fondo de la sala, o de la mitad para atrás.
Probablemente sea la huella de mi época de estudiante en donde el poco sentido
común que tenía me indicaba que de la mitad para atrás era más fácil dormir,
conversar, leer un libro o conversar pasando desapercibida. Por lo que sea,
siempre me siento bastante atrás por lo tanto si el presentador habla en
susurros es altamente probable que no escuche nada y deje a mi imaginación la
tarea de llenar los espacios en blanco que quedan de las cosas que no escuché.
Generalmente para mal de quien habla porque mi cabeza siempre se va por la
tangente. En definitiva hablen fuerte. No es necesario que griten o que tengan
voz de tenor/soprano según corresponda el género. Ni siquiera es necesario que
tengan linda voz y no es necesario que nadie mencione que a veces la garganta
se seca o que la voz sale rasposa. Entendible. Aún así hablen lo
suficientemente alto como para que la persona mala onda que se va a sentar
atrás les escuche.
Cuarto: El tiempo, mamita
querida, el tiempo. Si el tiempo para presentar es de 20 minutos, entonces
hagan una presentación para 20 minutos. No es tan terrible si hablan 22. Ya es
de mal gusto hablar 30, y es para darse en la cabeza contra una pared si pasan
de los 35. Ténganlo en cuenta.
Quinto: y final para no ser tan
latera. Dado que una presentación no es lo mismo que estar en el patio echando
la talla, para lo cual tengo un talento especial dicho sea de paso, lo mínimo,
pero mínimo esperable es que al dirigirse a su audiencia el presentador no
tenga las manos en los bolsillos. O no esté tirado sobre una mesa. O medio
dormido. Ya me entienden. Curiosamente me da menos grima ver a alguien
desarreglado (aunque tampoco es bonito eh)
que a alguien displicente, más allá que estar desarreglado es una forma de
displicencia. Si al que habla no le importa mucho lo que está diciendo, a mi me
va a importar menos.
Ahora si además de todo esto el presentador
sabe realmente de que está hablando, ya es un momento winner. Y si además de
TODO esto es capaz de responder preguntas (elaboradas
con cierta inteligencia en lo posible) ya no hay nada más que pedirle a la
vida.
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