jueves, 29 de marzo de 2012

Cuando presenta el estudiante.

Dada la contingencia se podría pensar que este post es una suerte de declaración revolucionaria, pero me temo que está lejos de serlo. Lo aclaro por si alguien anda buscando consignas estudiantiles y el título lo trajo por el mal camino hasta acá. De todas formas puede leer este post para despejar la mente.

Hay bastante de verdad cuando alguien dice que uno nunca deja de estudiar en la vida profesional, sobretodo si dentro de tu ámbito de trabajo de una u otra forma terminas en la docencia (o actividades derivadas de ella). De la misma manera, es cierto que es muy, pero MUY distinto estudiar a modo de complemento y actualización de tus temas, que estudiar para poder pasar con una calificación aceptable una prueba/examen de tipo formal. No le estoy revelando ningún misterio a nadie cuando les digo que para el estudiante promedio (dentro del cual yo estuve excepto en aquellos ramos que me gustaban mucho) lo primero es la nota y después lo que aprende. Para sacar conclusiones, dar vuelta las ideas y plantear interrogantes, ya existirá la vida profesional, lo importante mientras se está en la universidad es pasar la asignatura, sobretodo cuando esta no es de las que más te agrada (El colegio es una dimensión paralela que merecería al menos un post para sí solo, por lo tanto vamos a saltarlo)

También sabemos que existen tipos de evaluaciones y si bien hay carreras que lo requieren mucho más que otras, uno de los puntos más estresantes para varios estudiantes es rendir una presentación oral, es decir, hablar ante una audiencia, lo cual, francamente, debería solucionarse en el colegio y no en la universidad si me preguntan a mi. Y es un tema, porque si se es suficientemente vivo hay carreras (como la mía) en que si te juntas con la gente adecuada y mueves un par de hilos puedes pasar prácticamente toda la vida universitaria sin necesidad de presentar un trabajo oral hasta el último año e incluso hasta que te toca defender la tesis y/o el examen de grado. Y una sola experiencia en este ámbito no te prepara para todas las veces que tendrás que hablar en público después, siendo profesional, menos aún si le tienes miedo.

El otro día vi una presentación de un alumno tan mala, pero tan mala, que me pregunté en reiteradas ocasiones y cada vez con más asombro, como había logrado pasar la universidad. Cuando logré superarlo (apenas) me puse a pensar en todas las cosas malas que le encontraba ya no desde el punto de vista del contenido, sino que de la presentación en si, todo esto sin ser ninguna experta en comunicación ni nada por el estilo. Con todo, logré llegar a  algunas conclusiones que pueden servir a algún estudiante pajarito de Dios que ande pasando por aquí (o para divertir a cualquiera que camine bajo el sol).

Veamos ¿les parece?

Primero: la introducción es exactamente eso, pequeños, una introducción al tema como para que todos sepamos de qué están hablando y nos ubiquemos en el tiempo espacio. Nada más. No una disertación acabada, ni una exposición de física cuántica, ni un intento por dejar al oyente en un estado de nirvana, es solamente la entrega de información esencial para que todos podamos captar de manera más o menos razonable lo que nos dirán más adelante. Punto.

Segundo: hijitos, cuando usen aquel material audiovisual llamado Power Point (o material similar) DEBEN UTILIZAR COLORES CONTRASTANTES. No es una opción, me temo. En castellano internacional esto se traduce en letras claras con fondos oscuros, o letras oscuras con fondos claros, como más les agrade. Letras blancas en fondos celestes o letras violetas en fondos negros simplemente son tragedias oculares que lograrán que su audiencia esté incómoda tratando de leer que diablos dice en las diapositivas, y en casos peores (pero no inusuales) harán que su oyente se predisponga contra ustedes por hacer leseras que no soportan ninguna decisión lógica (en mi caso a medida que avanza la presentación me pongo más imaginativa para preguntar cosas difíciles) Y ya que estamos en este tema estético, unas cositas más que siempre deben considerar: letras de tamaño leíble, no demasiadas cosas escritas porque francamente agota leer tanto y es poco amigable de ver, y diapositivas ordenadas si me hacen el favor.

Tercero: Lamentablemente para cualquier persona que le toque hacer una presentación en la que me toque estar de oyente, siempre me siento al fondo de la sala, o de la mitad para atrás. Probablemente sea la huella de mi época de estudiante en donde el poco sentido común que tenía me indicaba que de la mitad para atrás era más fácil dormir, conversar, leer un libro o conversar pasando desapercibida. Por lo que sea, siempre me siento bastante atrás por lo tanto si el presentador habla en susurros es altamente probable que no escuche nada y deje a mi imaginación la tarea de llenar los espacios en blanco que quedan de las cosas que no escuché. Generalmente para mal de quien habla porque mi cabeza siempre se va por la tangente. En definitiva hablen fuerte. No es necesario que griten o que tengan voz de tenor/soprano según corresponda el género. Ni siquiera es necesario que tengan linda voz y no es necesario que nadie mencione que a veces la garganta se seca o que la voz sale rasposa. Entendible. Aún así hablen lo suficientemente alto como para que la persona mala onda que se va a sentar atrás les escuche.

Cuarto: El tiempo, mamita querida, el tiempo. Si el tiempo para presentar es de 20 minutos, entonces hagan una presentación para 20 minutos. No es tan terrible si hablan 22. Ya es de mal gusto hablar 30, y es para darse en la cabeza contra una pared si pasan de los 35. Ténganlo en cuenta.

Quinto: y final para no ser tan latera. Dado que una presentación no es lo mismo que estar en el patio echando la talla, para lo cual tengo un talento especial dicho sea de paso, lo mínimo, pero mínimo esperable es que al dirigirse a su audiencia el presentador no tenga las manos en los bolsillos. O no esté tirado sobre una mesa. O medio dormido. Ya me entienden. Curiosamente me da menos grima ver a alguien desarreglado (aunque tampoco es bonito eh) que a alguien displicente, más allá que estar desarreglado es una forma de displicencia. Si al que habla no le importa mucho lo que está diciendo, a mi me va a importar menos.

 Ahora si además de todo esto el presentador sabe realmente de que está hablando, ya es un momento winner. Y si además de TODO esto es capaz de responder preguntas (elaboradas con cierta inteligencia en lo posible) ya no hay nada más que pedirle a la vida.

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