Porque es muy, pero muy
buena. Porque es deliciosamente inteligente, porque tiene un guión
excelente, un ritmo vertiginoso y como si fuera poco actuaciones
fuera de serie.
Pero vamos por partes.
Antes que nada avisar que en esta entrada no es mi intención dar
spoilers de la serie. Espero limitarme a las generalidades de por qué
me tomó solo un episodio obsesionarme de tal modo que me vi forzada
a ver los 12 capítulos restantes de la primera y hasta el momento
única temporada en 3 días (días en los que además tuve que
trabajar, cuidar sobrinos, y aunque me pesaba, dormir). Trataré
de ser cuidadosa por los que puedan leer esto buscando una opinión
de la serie sin haberla visto, y en el peor de los casos avisaré al
inicio de párrafo en caso de que crea que algo puede herir sus
sensibilidades televisivas.
Cuando el jueves pasado
revisé las nominaciones a los premios Emmy, me llamó mucho la
atención (como a gran parte del planeta que gusta mucho de ver
TV) que House of Cards estuviera entre las nominadas a mejor
serie dramática. No solo eso, además fue capaz de manotear 9
nominaciones, lo cual para una serie que no es parte del circuito
televisivo (aclarar que esta serie es una producción original de
Netflix, y por lo tanto solo está disponible en linea) es un
batatazo de proporciones épicas.
Para ser absolutamente
honesta, más que el hecho de que House of Cards fuera nominada, cosa
que se rumoreaba, lo que nos tenía un poco en ascuas era saber cual
de las nominadas del año pasado iba a quedar afuera. Obviamente si
House of Cards entraba a la lista, una de las nominadas de siempre
tenía que salir. Y la perjudicada fue Boardwalk Empire, que no sólo
perdió el puesto en la categoría de mejor serie dramática, sino
que además a Steve Buscemi (quien ha logrado crear un gran
personaje con Nucky Thomspon) lo sacaron con viento fresco de las
nominaciones a mejor actor, dejando pasar a Kevin Spacey... por House
of Cards.
Entonces, ante todos
estos sucesos, no me quedó otra que ver la serie. Lo sentí casi
como un deber moral. Y me obsesioné, de inmediato, amor a primera
vista. Por los motivos que les puse en el primer párrafo y que ahora
voy a pasar a explicar:
Lo primero es que es una
serie genialmente inteligente. Pero aún más que eso, es una serie
que asume, sin hacerse grandes cuestionamientos, que quien la ve
tiene la inteligencia adecuada para verla (no es que quien no la
vea no sea inteligente... pollos), por lo que no gasta mucho
tiempo en re-explicar cosas o hacer flashbacks que hacen perder
tiempo y que no son necesarios si es que estuviste lo suficientemente
atento para entender lo que estaba pasando (en el peor de los
casos, si estabas pajareando, siempre se puede retroceder, recuerden
que es online). Entonces un programa que es inteligente y además
te piropea, ya tiene ganadas mis simpatías.
El único permiso que se
da la serie para explicar, o dar pistas acerca de lo que está
pasando, es un recurso que he visto en otras partes, y que aquí se
agradece se utilice de manera sabia y sin exagerar demasiado: El
protagonista habla directamente con el espectador. Cuando está solo,
y otras veces rodeados de personas. A veces ni siquiera se trata de
hablar, sino que de mirar a la cámara y y arquear las cejas como uno
miraría a un amigo con el que conversa sobre cualquier cosa y no
necesita decirle mucho para que exista entendimiento. Este recurso
está tan bien utilizado, que no sólo es exitoso en su objetivo
principal que es ser aclaratorio sin insultar la capacidad de
comprensión de nadie, sino que también logra una complicidad (que
a veces puede lograr que el espectador se sienta levemente incómodo)
entre el protagonista y su audiencia, que sin quererlo pasa a ser una
suerte de conciencia muda de quien está en pantalla.
De cualquier modo, con
más o menos recursos, la cualidad bastante única de no gastar
tiempo en explicaciones de más, hace que la serie tenga un ritmo
absolutamente vertiginoso que pocas veces he visto. Sobre todo en
series políticas en que la mayoría puede pensar son mucho más bla
bla que verdadera acción. Y no es que en el caso de House of Cards
el guión no sea uno de sus mayores estandartes de éxito, sino que
encontraron la manera de que las palabras sean acciones en si mismas,
sin necesidad de mayores demostraciones.
Y claro, para que un buen
guión funcione se necesita (entre otras cosas) un buen elenco
y en eso House of Cards hizo un excelente trabajo. Desde sus
estrellas (un genialísimo Kevin Spacey que por fin encuentra un
papel a la par de otros grandes que ha tenido, y Robin Wright que
para mí ha sido probablemente la sopresa más agradable y
espectacular de la serie) hasta los papeles secundarios que por
momentos, mientras dominan la pantalla, te hacen olvidar que las
estrellas son otras (especial reconocimiento a Corey Stoll en su
papel de Peter Russo y Michael Kelly como Doug Stamper) No todos
son perfectos, eso sería mucho pedir, y hablaremos de eso cuando
termine de lanzar loas sin vergüenza.
Pero volvamos a los
protagonistas, porque al menos en lo personal, creo que los
personajes que lograron crear son uno de los grandes ganchos de la
serie. Probablemente una de las mayores victorias de House of Cards
fue lograr que su pareja protagónica fuera excelente, tanto como
personajes individuales, como pareja.
Como primera cosa, es más
que claro que los personajes principales (y en realidad
cualquiera) no fueron diseñados para ser “queridos” o
“queribles”. Como podrían
considerando que es una serie en donde prácticamente solo se
retratan políticos. Esta serie no está para ingenuidades.
Así
se han dado muchos calificativos para describirlos, y en alguna parte
leí a un crítico calificar el personaje de Kevin Spacey, Francis
Underwood, como malvado, pero no logro estar de acuerdo con esa
descripción. Underwood es tremendamente ambicioso, más que un poco
perverso, con una capacidad de empatía mínima (pero no
inexistente, y este punto es muy importante)
y que para peor de males es encantador (a lo que según yo
ayuda mucho el acento sureño maravilloso que Spacey logra).
Pero tiene curiosos momentos de amabilidad (tal vez
utilizar la palabra bondad sea estirar mucho el chicle),
y además es capaz de sentir remordimientos cuando la ocasión lo
amerita.
Su
esposa, por su parte, Claire (Robin Wright), es perfecta como esposa
de un político exitoso. Muy bonita, inteligente, pero distante.
Genuinamente amable y generosa, hasta que le tocan el rancho, porque
ahí es casi más peligrosa que el marido y eso no es poco decir.
Pero también tiene un componente de vulnerabilidad que obliga a
empatizar con ella, a veces a pesar de uno mismo.
Cualquier
serie se habría dado por pagada con dos personajes tan bien
logrados, pero House of Cards no se conformó por eso y así fue
detrás de un muy buen logro, y es que su pareja protagónica, un
ambicioso matrimonio que llevan años juntos, tiene una
característica que a estas alturas es difícil encontrar: Se aman
genuinamente y se complementan como dos engranajes perfectos.
Nuevamente discrepo con algunas críticas en donde se dice que es un
matrimonio sólo de poder y conveniencia. Está ese componente,
cierto. Cada uno aprovecha para si las ganancias y la posición del
otro, pero eso no quiere decir que no se quieran, al contrario,
significa que le encontraron utilidad al quererse. Además cuando
están juntos (amé profundamente las escenas cuando fuman
en la ventana por las noches) se
permiten cosas que frente a otros no. Reír abiertamente, lamentarse
de cosas que hicieron o dejaron de hacer o sentirse cómodos sin
decir nada. En mi opinión, la sensación que tienen varios de “que
no se quieren” es porque la relación que tienen es “atípica”
(digámoslo así) para
el estándar general. Ambos comprenden que para conseguir favores,
lograr ciertas manipulaciones, o incluso tener cierta paz mental, el
otro tiene que hacer varias cosas, entre otras tener amantes
ocasionales, y no es algo que les perturbe. Ni que alienten. Es un
hecho de la causa no más. Una herramienta. Algo de lo que conversar.
Les basta con saber que el otro, sin importar que haga o con quien,
al final del día vuelve a casa.
Por
último, para que mi apología no se haga tan larga, quiero destacar
el uso de las tecnologías de la comunicación que utiliza House of
Cards. Me encantó que una serie que no pertenezca a la televisión,
sino a la red, haga suya la realidad actual de la importancia de los
medios electrónicos, la tecnología y sobre todo de las redes
sociales en los temas de contingencia. Gran parte de los sucesos que
ocurren en el programa están intrínsecamente conectados a la
utilización de twitter, de diarios electrónicos, y podemos estar
seguros que en pantalla casi siempre veremos un tablet, un smartphone
y hasta consolas de videojuegos. Por fin una serie se conecta de
manera seria con lo que está ocurriendo hoy en día.
Ahora
vamos con puntos varios que quiero tocar porque si, pero que no tengo
ganas de ponerlos de manera coherente ni linda. Ya saben como
funciona este sistema de ideas sueltas:
- No todo puede ser perfecto, así que pasemos a un poco de veneno. Hay actuaciones que no terminan de gustarme. No podría decir que son malas, puede que sea demasiado decir eso, pero tienen algo que me deja un poco frunciendo el ceño. Zoe Barnes y el Presidente Walker para ser exacta. Si alguien ve, vio o va a ver la serie y quiere opinar al respecto, está cordialmente invitado. ¿Son un poquito más bajos que el resto o estoy siendo mañosa?
- Creo que los afiches de la serie (como el que está al inicio) pueden dar una falsa impresión del contenido de ésta. A mi se me hace como a mafia. Si bien hay actitudes gangsteriles (el abuso de poder, etc) no es como estar viendo Scarface o El Padrino. Lo digo por la gente que no gusta de series con violencia desmedida y puede perderse esta por creer que es el caso. No es así.
- Hay un episodio muy particular que pareciera no tener que ver con el resto de la serie, aunque al final hace sentido (me estoy cuidando de los Spoilers) Para los que ven Breaking Bad, me recordó el capítulo en que Walter White se obsesiona con matar una mosca. Como que es un capítulo que da un respiro de la trama central, pero tiene cosas reveladoras.
- A modo de dato: la serie tiene varios directores, (5 en total) que filman distintos episodios cada uno. Dentro de éstos, hay dos que llaman la atención. David Fincher (Seven, El club de la pelea, La red social) que dirigió dos capítulos, y Joel Schumacher (El cliente, Ultima llamada, El fantasma de la ópera) que también dirige 2 episodios. Y se nota la mano.. de ambos.
- Puede que la serie no sea para todos los gustos. Si eres público VIP de series de ciencia ficción, con mucha acción y batallas, decapitaciones, mucho romance, o mucho humor, puede que no quedes dentro del público objetivo... lo que no quiere decir que de pronto no puedas darle una oportunidad. Como cantaba el borracho de la canción de Pedro Navaja “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida” En una de esas te gusta. En tu caso mi recomendación es moderar la expectativa.
- Por otra parte, en mi humilde opinión, NADIE que guste de la política, de los juegos de poder y las manipulaciones a puertas cerradas, puede perderse esta serie. En serioFinalmente quiero cerrar la entrada (ya más bien extensa) con una suerte de reflexión. Reflexionemos niños:
¿Cuando
va a ser el día que en Chile alguien se atreva (en
televisión o el cine) a hacer
una película/serie política, inteligente, actual, contingente y
entretenida? (y en horario decente si es que es en TV).
Me refiero a una serie que no esté basada en la época de la
dictadura que es a lo que se limita el cine/TV chileno. No es que
esto último sea malo ni que deba dejar de hacerse. No se me
ocurriría pedirle a gringos y británicos que dejen de hacer
películas de las guerras mundiales, o que no hablen de su historia,
el tema es que ellos hacen además otras cosas y las hacen bien
(algunas otras mal, pero no es objeto de discusión ahora).
También
me refiero a una serie o película con personajes reales y no
caricaturescos (buenos al borde de ser tontos, malos de
bigote doblado y héroes accidentales)
con historias que todos podamos creer lógicamente que ocurren. No
pido una serie con personajes que podamos asociar a políticos de la
actualidad de modo de poder pasarnos el rollo de que la serie es en
realidad un grito de libertad y verdad (please),
pido una serie escrita por personas con imaginación, que pueden
crear una historia coherente, cautivante e interesante ¿Es mucho
pedir?
(Ah
y que tenga una duración adecuada. 10 o 15 episodios. Eso es una
serie bien realizada. No agoten las cosas buenas ni estiren las
malas. El principio es simple)
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