lunes, 22 de julio de 2013

Por qué usted debería ver House Of Cards

Porque es muy, pero muy buena. Porque es deliciosamente inteligente, porque tiene un guión excelente, un ritmo vertiginoso y como si fuera poco actuaciones fuera de serie.

Pero vamos por partes. Antes que nada avisar que en esta entrada no es mi intención dar spoilers de la serie. Espero limitarme a las generalidades de por qué me tomó solo un episodio obsesionarme de tal modo que me vi forzada a ver los 12 capítulos restantes de la primera y hasta el momento única temporada en 3 días (días en los que además tuve que trabajar, cuidar sobrinos, y aunque me pesaba, dormir). Trataré de ser cuidadosa por los que puedan leer esto buscando una opinión de la serie sin haberla visto, y en el peor de los casos avisaré al inicio de párrafo en caso de que crea que algo puede herir sus sensibilidades televisivas.

Cuando el jueves pasado revisé las nominaciones a los premios Emmy, me llamó mucho la atención (como a gran parte del planeta que gusta mucho de ver TV) que House of Cards estuviera entre las nominadas a mejor serie dramática. No solo eso, además fue capaz de manotear 9 nominaciones, lo cual para una serie que no es parte del circuito televisivo (aclarar que esta serie es una producción original de Netflix, y por lo tanto solo está disponible en linea) es un batatazo de proporciones épicas.

Para ser absolutamente honesta, más que el hecho de que House of Cards fuera nominada, cosa que se rumoreaba, lo que nos tenía un poco en ascuas era saber cual de las nominadas del año pasado iba a quedar afuera. Obviamente si House of Cards entraba a la lista, una de las nominadas de siempre tenía que salir. Y la perjudicada fue Boardwalk Empire, que no sólo perdió el puesto en la categoría de mejor serie dramática, sino que además a Steve Buscemi (quien ha logrado crear un gran personaje con Nucky Thomspon) lo sacaron con viento fresco de las nominaciones a mejor actor, dejando pasar a Kevin Spacey... por House of Cards.

Entonces, ante todos estos sucesos, no me quedó otra que ver la serie. Lo sentí casi como un deber moral. Y me obsesioné, de inmediato, amor a primera vista. Por los motivos que les puse en el primer párrafo y que ahora voy a pasar a explicar:

Lo primero es que es una serie genialmente inteligente. Pero aún más que eso, es una serie que asume, sin hacerse grandes cuestionamientos, que quien la ve tiene la inteligencia adecuada para verla (no es que quien no la vea no sea inteligente... pollos), por lo que no gasta mucho tiempo en re-explicar cosas o hacer flashbacks que hacen perder tiempo y que no son necesarios si es que estuviste lo suficientemente atento para entender lo que estaba pasando (en el peor de los casos, si estabas pajareando, siempre se puede retroceder, recuerden que es online). Entonces un programa que es inteligente y además te piropea, ya tiene ganadas mis simpatías.

El único permiso que se da la serie para explicar, o dar pistas acerca de lo que está pasando, es un recurso que he visto en otras partes, y que aquí se agradece se utilice de manera sabia y sin exagerar demasiado: El protagonista habla directamente con el espectador. Cuando está solo, y otras veces rodeados de personas. A veces ni siquiera se trata de hablar, sino que de mirar a la cámara y y arquear las cejas como uno miraría a un amigo con el que conversa sobre cualquier cosa y no necesita decirle mucho para que exista entendimiento. Este recurso está tan bien utilizado, que no sólo es exitoso en su objetivo principal que es ser aclaratorio sin insultar la capacidad de comprensión de nadie, sino que también logra una complicidad (que a veces puede lograr que el espectador se sienta levemente incómodo) entre el protagonista y su audiencia, que sin quererlo pasa a ser una suerte de conciencia muda de quien está en pantalla.

De cualquier modo, con más o menos recursos, la cualidad bastante única de no gastar tiempo en explicaciones de más, hace que la serie tenga un ritmo absolutamente vertiginoso que pocas veces he visto. Sobre todo en series políticas en que la mayoría puede pensar son mucho más bla bla que verdadera acción. Y no es que en el caso de House of Cards el guión no sea uno de sus mayores estandartes de éxito, sino que encontraron la manera de que las palabras sean acciones en si mismas, sin necesidad de mayores demostraciones.

Y claro, para que un buen guión funcione se necesita (entre otras cosas) un buen elenco y en eso House of Cards hizo un excelente trabajo. Desde sus estrellas (un genialísimo Kevin Spacey que por fin encuentra un papel a la par de otros grandes que ha tenido, y Robin Wright que para mí ha sido probablemente la sopresa más agradable y espectacular de la serie) hasta los papeles secundarios que por momentos, mientras dominan la pantalla, te hacen olvidar que las estrellas son otras (especial reconocimiento a Corey Stoll en su papel de Peter Russo y Michael Kelly como Doug Stamper) No todos son perfectos, eso sería mucho pedir, y hablaremos de eso cuando termine de lanzar loas sin vergüenza.

Pero volvamos a los protagonistas, porque al menos en lo personal, creo que los personajes que lograron crear son uno de los grandes ganchos de la serie. Probablemente una de las mayores victorias de House of Cards fue lograr que su pareja protagónica fuera excelente, tanto como personajes individuales, como pareja.

Como primera cosa, es más que claro que los personajes principales (y en realidad cualquiera) no fueron diseñados para ser “queridos” o “queribles”. Como podrían considerando que es una serie en donde prácticamente solo se retratan políticos. Esta serie no está para ingenuidades.

Así se han dado muchos calificativos para describirlos, y en alguna parte leí a un crítico calificar el personaje de Kevin Spacey, Francis Underwood, como malvado, pero no logro estar de acuerdo con esa descripción. Underwood es tremendamente ambicioso, más que un poco perverso, con una capacidad de empatía mínima (pero no inexistente, y este punto es muy importante) y que para peor de males es encantador (a lo que según yo ayuda mucho el acento sureño maravilloso que Spacey logra). Pero tiene curiosos momentos de amabilidad (tal vez utilizar la palabra bondad sea estirar mucho el chicle), y además es capaz de sentir remordimientos cuando la ocasión lo amerita.

Su esposa, por su parte, Claire (Robin Wright), es perfecta como esposa de un político exitoso. Muy bonita, inteligente, pero distante. Genuinamente amable y generosa, hasta que le tocan el rancho, porque ahí es casi más peligrosa que el marido y eso no es poco decir. Pero también tiene un componente de vulnerabilidad que obliga a empatizar con ella, a veces a pesar de uno mismo.

Cualquier serie se habría dado por pagada con dos personajes tan bien logrados, pero House of Cards no se conformó por eso y así fue detrás de un muy buen logro, y es que su pareja protagónica, un ambicioso matrimonio que llevan años juntos, tiene una característica que a estas alturas es difícil encontrar: Se aman genuinamente y se complementan como dos engranajes perfectos. Nuevamente discrepo con algunas críticas en donde se dice que es un matrimonio sólo de poder y conveniencia. Está ese componente, cierto. Cada uno aprovecha para si las ganancias y la posición del otro, pero eso no quiere decir que no se quieran, al contrario, significa que le encontraron utilidad al quererse. Además cuando están juntos (amé profundamente las escenas cuando fuman en la ventana por las noches) se permiten cosas que frente a otros no. Reír abiertamente, lamentarse de cosas que hicieron o dejaron de hacer o sentirse cómodos sin decir nada. En mi opinión, la sensación que tienen varios de “que no se quieren” es porque la relación que tienen es “atípica” (digámoslo así) para el estándar general. Ambos comprenden que para conseguir favores, lograr ciertas manipulaciones, o incluso tener cierta paz mental, el otro tiene que hacer varias cosas, entre otras tener amantes ocasionales, y no es algo que les perturbe. Ni que alienten. Es un hecho de la causa no más. Una herramienta. Algo de lo que conversar. Les basta con saber que el otro, sin importar que haga o con quien, al final del día vuelve a casa.

Por último, para que mi apología no se haga tan larga, quiero destacar el uso de las tecnologías de la comunicación que utiliza House of Cards. Me encantó que una serie que no pertenezca a la televisión, sino a la red, haga suya la realidad actual de la importancia de los medios electrónicos, la tecnología y sobre todo de las redes sociales en los temas de contingencia. Gran parte de los sucesos que ocurren en el programa están intrínsecamente conectados a la utilización de twitter, de diarios electrónicos, y podemos estar seguros que en pantalla casi siempre veremos un tablet, un smartphone y hasta consolas de videojuegos. Por fin una serie se conecta de manera seria con lo que está ocurriendo hoy en día.

Ahora vamos con puntos varios que quiero tocar porque si, pero que no tengo ganas de ponerlos de manera coherente ni linda. Ya saben como funciona este sistema de ideas sueltas:

  • No todo puede ser perfecto, así que pasemos a un poco de veneno. Hay actuaciones que no terminan de gustarme. No podría decir que son malas, puede que sea demasiado decir eso, pero tienen algo que me deja un poco frunciendo el ceño. Zoe Barnes y el Presidente Walker para ser exacta. Si alguien ve, vio o va a ver la serie y quiere opinar al respecto, está cordialmente invitado. ¿Son un poquito más bajos que el resto o estoy siendo mañosa?
  • Creo que los afiches de la serie (como el que está al inicio) pueden dar una falsa impresión del contenido de ésta. A mi se me hace como a mafia. Si bien hay actitudes gangsteriles (el abuso de poder, etc) no es como estar viendo Scarface o El Padrino. Lo digo por la gente que no gusta de series con violencia desmedida y puede perderse esta por creer que es el caso. No es así.
  • Hay un episodio muy particular que pareciera no tener que ver con el resto de la serie, aunque al final hace sentido (me estoy cuidando de los Spoilers) Para los que ven Breaking Bad, me recordó el capítulo en que Walter White se obsesiona con matar una mosca. Como que es un capítulo que da un respiro de la trama central, pero tiene cosas reveladoras.
  • A modo de dato: la serie tiene varios directores, (5 en total) que filman distintos episodios cada uno. Dentro de éstos, hay dos que llaman la atención. David Fincher (Seven, El club de la pelea, La red social) que dirigió dos capítulos, y Joel Schumacher (El cliente, Ultima llamada, El fantasma de la ópera) que también dirige 2 episodios. Y se nota la mano.. de ambos.
  • Puede que la serie no sea para todos los gustos. Si eres público VIP de series de ciencia ficción, con mucha acción y batallas, decapitaciones, mucho romance, o mucho humor, puede que no quedes dentro del público objetivo... lo que no quiere decir que de pronto no puedas darle una oportunidad. Como cantaba el borracho de la canción de Pedro Navaja “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida” En una de esas te gusta. En tu caso mi recomendación es moderar la expectativa.
  • Por otra parte, en mi humilde opinión, NADIE que guste de la política, de los juegos de poder y las manipulaciones a puertas cerradas, puede perderse esta serie. En serio

    Finalmente quiero cerrar la entrada (ya más bien extensa) con una suerte de reflexión. Reflexionemos niños:
¿Cuando va a ser el día que en Chile alguien se atreva (en televisión o el cine) a hacer una película/serie política, inteligente, actual, contingente y entretenida? (y en horario decente si es que es en TV). Me refiero a una serie que no esté basada en la época de la dictadura que es a lo que se limita el cine/TV chileno. No es que esto último sea malo ni que deba dejar de hacerse. No se me ocurriría pedirle a gringos y británicos que dejen de hacer películas de las guerras mundiales, o que no hablen de su historia, el tema es que ellos hacen además otras cosas y las hacen bien (algunas otras mal, pero no es objeto de discusión ahora).

También me refiero a una serie o película con personajes reales y no caricaturescos (buenos al borde de ser tontos, malos de bigote doblado y héroes accidentales) con historias que todos podamos creer lógicamente que ocurren. No pido una serie con personajes que podamos asociar a políticos de la actualidad de modo de poder pasarnos el rollo de que la serie es en realidad un grito de libertad y verdad (please), pido una serie escrita por personas con imaginación, que pueden crear una historia coherente, cautivante e interesante ¿Es mucho pedir?


(Ah y que tenga una duración adecuada. 10 o 15 episodios. Eso es una serie bien realizada. No agoten las cosas buenas ni estiren las malas. El principio es simple)

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