Es increíble como una película en que sale un solo humano (no contamos a los humanos que salen en racontos o se ven de lejos. En rigor solo aparece Mowgli), es de las películas más humanizadas y humanizantes del año.
La gran gracia de que sean los animales los que principalmente expresan las emociones (porque de hecho Mowgli no es demasiado expresivo) da una nueva dimensión a todo. Puede que sea que ya estamos tan acostumbrados a vernos, a la exageración y a la falta de sutileza, que nos cuesta emocionarnos, por eso cuando la que llora es una madre lobo, el que enseña una pantera, y los sabios son los elefantes, hay un millón de nuevas formas de alcanzar la humanidad que aveces tenemos tan perdida.
No ha sido fácil para Disney hacer películas buenas de sus clásicos animados. Ni Maléfica, ni Cenicienta, ni reediciones como Oz han logrado ser muy buenas películas. Han sido (algunas) entretenidas pero no han alcanzado para mucho más. Por eso El Libro de la Selva, la única que no recurre a reyes, princesas, ni reinos perdidos, hasta el momento se alza como la mejor de todas, porque logra hacer una conexión con el público.
Hay que sumarle que tiene escenas maravillosas y algunas con mucha acción y que el 3D realmente vale la pena. De hecho, todo aquello que no me gustó en las muy inverosímiles escenas de The Revenant, me encantaron en The Jungle Book, básicamente porque nos están invitando a vivir en un mundo distinto.
Y entremedio de toda la entretención logra dar mensajes muy potentes a veces ya perdidos, como el respeto a los ancianos, que el amor de madre a hijo va mucho más allá de una cosa biológica, o que para ser pleno, tienes primero que conocerte y aceptarte.
Un agrado
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